PORQUE SI HAY ALGO QUE ME GUSTA ES DISFRUTAR LA MAGIA DE LA POESIA.- NO FALTARAN OTRAS COSITAS DE LAS MUCHAS QUE HAY POR ALLI DANDO VUELTAS.-
lunes, 31 de diciembre de 2012
jueves, 1 de noviembre de 2012
PINTURAS DE JEAN KEVORKIAN-PAUL LEDENA
Etiquetas:
PAUL LEDENA,
PINTURA DE JEAN KEVORKIAN
jueves, 20 de septiembre de 2012
HAY UN CIERTO REGRESO A LA INFANCIA-UN CERTERO RECUERDO A AQUELLA FELICIDAD , DE LA CUAL NO ESCAPO Y ME AFERRO CADA TANTO PÀRA RECORDAR QUIEN FUI.-
HAY UNA SOGA QUE ME ENLAZA Y ME RETIENE IMPUNEMENTE PARA PONERME A PRUEBA HASTA DONDE LLEGAN MIS RECUERDOS AL PAPEL Y A LA BRILLANTINA,CAPERUCITA Y BLANCANIEVES ME SALUDAN CON SU SONRISA TIMIDA E INCIERTA.-
NO HAY DUDA...ME GUSTA REGRESAR.-
Y ME QUEDO CADA TANTO COPIANDO LAS IMAGENES TRATANDO DE NO PERDERME PARA SIEMPRE.-
jueves, 30 de agosto de 2012
PINTURAS DE:YLLI HARUNI-POEMA MI BARRIO QUERIDO DE MIGUEL RAMOS- VALDEZ
MI BARRIO QUERIDO
Con tiempo en mis manos, y nada que hacer.
Con tiempo en mis manos, y nada que hacer.
Opté por viajar a lo que fue mi ayer.
Me subí en las alas de la imaginación
Llegué hasta mi barrio, que amé con pasión.
Recorrí sus calles sedientas de asfalto
Me llegué a la esquina, la del gran farol
Y junto a mis viejos amigos de infancia
A coro cantamos canciones de amor.
Pareció que el tiempo detuvo su andar
Nadie había cambiado, éramos los mismos
Con las mismas faltas, con los mismos sueños
Los mismos anhelos, de un mundo mejor.
Subí a los balcones en donde jugué,
Por horas sin cuenta, sin tiempo que hacer
Y llegó a mí el eco de viejos pregones
Los cuales me hicieron querer responder.
Mi barrio querido que mucho te extraño,
Talvez el progreso ya te eliminó
Pero sigues vivo igual que en antaño.
Mientras tenga vida te recordaré.
(Miguel Ramos-Valdés)
jueves, 5 de julio de 2012
LUIS CERNUDA:COMO LLENARTE, SOLEDAD-PINTURAS DE E.VOLKOV
Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma…
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.
sino contigo misma…
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.
Me perdí luego por la tierra injusta
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.
Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.
lunes, 28 de mayo de 2012
JUEGOS DE NIÑOS-ASTUR MORSELLA-PINTURAS DE :YURI KROTOV
JUEGOS DE NIÑOS
Juego de niÑos
Poema publicado el 21 de Enero de 2006
para Marcelo,
Juan Manuel
y Hernán.
Los juegos infantiles corren en las piernas de los chicos, saltan en
la rayuela, se dispersan en la mancha y se buscan en las escondidas.
Después, descansan en el cerebro de los adultos, se introducen en su
conciencia, son su distracción, su cualidad de ausente, su retorno.
Es que a todos nos ha costado mucho llegar a ser niños, y, más aún,
después de ser hombres
.
Y ahora estamos frenando las ganas de ver bailar un trompo olvidado,
de sacar más rápido que nadie el revólver de la cartuchera y de
esconder cofres en el fondo de la casa, donde muchas veces se nos
unía, en esa co njetural isla del tesoro, el amigo inventado,
silencioso y leal.
Si a uno le pasa todo esto, dirán: es un niño. Porque la dificultad
de muchos adultos para regresar a la infancia —aunque sea tan sólo
por porciones del tiempo— se manifiesta en un torpe desparramar los
castillos de arena de esas inocentes playas, tan obstinadas. Y dicen
del otro, del semejante: es un niño, como si lo bello fuera ser
adulto, como si el mundo de los mayores guardara un orden o una
armonia inalcanzable, una transparencia
Ya alguien ha sentenciado que un hombre es lo que oculta. Y lo que
ocultan los hombres, se nos ocurre, son sus días y sus noches de
niñez, con sus soldados de plomo que renacen después de cada batalla
y el sombrero de papel y el palo de escoba para sus hermosos
desfiles sin augurios.
A veces uno destapa esa cajita de la infancia, saca una imagen dulce
entre otras muchas. Y no convida a los amigos. Porque es un gusto
que se revive alejado, en una actitud distraída y oportuna. A veces,
algunos encuentran en su cajita, junto a un caramelo y un lápiz de
colores, una imagen amarga o no tan dulce. Y entonces uno revuelve
mejor, hasta que halla la sonrisa entre un llavero viejo de papá y
varias tapitas de botellas.
Por eso, cuando se habló de la poesía como de “niñez fermentada”, se
abarcó en verdad todo lo que es poesía; todo lo que es arte, en
suma. Y de alguna manera, la vida que imita al arte, según la
ilusión de los estetas o el consuelo de los trashumantes, plásticos,
aedas, volatineros, arúspices y saltimbanquis.
Y si un niño no es un poeta (porque para ser tal los maestros lo
quieren fermentado), es innegable que cada niño es un poema. Un
poema que empieza a escribirse solo, sobre una página en blanco. Un
poema de imágenes, de gestos, de piel y de paz. Con un lenguaje tan
tácito y tan inteligente que se expresa sin dificultad y sin temor
de ser comprendido. Un lenguaje que se vive en libertad.
Es eso lo que han querido desveladas escuelas poéticas, con ismos
que intentaron sobresaltar la impavidez de la realidad: un volver a
ser niños, un comunicarse recuperado, un transcurrir en un cosmos
emocional con habla propia, con los signos primeros, iniciales,
descubridores. Los signos que, después, estructuran solapadamente
esa siesta forzada, sin juegos ni frutas verdes, bajo la vigilante
mirada de mamá, al principio, y luego de los que mandan,
simplemente. La siesta morosa y repetida que una convención llama
vida, ocultándonos en rigor la verdadera vida que siempre está
despierta, pero en penitencia.
Y viene enseguida el otro cosmos, el de ser ya persona o ciudadano,
el de la relación cortés y racional, el de las maneras y las manías,
envuelto en la reflexión de que en un mundo así no vale la pena
tener ilusiones. Y en cambio de ello ¿qué?
Por eso los niños son los únicos que tienen razón y, por lo tanto,
los únicos que merecen ser imitados. Son más maduros en su conducta
que nosotros: dicen lo que sienten, hacen lo que quieren, reciben su
premio o su castigo, no tienen miedo de amar o de expresar su amor,
son honestos con ellos mismos.
Sus juegos no son fugas como los nuestros: son su realidad. Sus
mismas inquietudes contienen más ambición, porque van desde el
abordaje en el siglo dieciséis hasta la búsqueda de tribus
primitivas en la densidad africana y el encuentro de nuevos mundos
en el corazón de las galaxias. Son los héroes de sus propias
historias y, mientras en el mundo se hostiliza, ellos despiertan con
un beso a la bella durmiente del bosque.
Nosotros no tenemos esa suerte o ese coraje. Pero todavia, si
queremos, podemos encontrarnos muy alegres en los ojos de un niño.
Juego de niÑos
Poema publicado el 21 de Enero de 2006
para Marcelo,
Juan Manuel
y Hernán.
Los juegos infantiles corren en las piernas de los chicos, saltan en
la rayuela, se dispersan en la mancha y se buscan en las escondidas.
Después, descansan en el cerebro de los adultos, se introducen en su
conciencia, son su distracción, su cualidad de ausente, su retorno.
Es que a todos nos ha costado mucho llegar a ser niños, y, más aún,
después de ser hombres
.
Y ahora estamos frenando las ganas de ver bailar un trompo olvidado,
de sacar más rápido que nadie el revólver de la cartuchera y de
esconder cofres en el fondo de la casa, donde muchas veces se nos
unía, en esa co njetural isla del tesoro, el amigo inventado,
silencioso y leal.
Si a uno le pasa todo esto, dirán: es un niño. Porque la dificultad
de muchos adultos para regresar a la infancia —aunque sea tan sólo
por porciones del tiempo— se manifiesta en un torpe desparramar los
castillos de arena de esas inocentes playas, tan obstinadas. Y dicen
del otro, del semejante: es un niño, como si lo bello fuera ser
adulto, como si el mundo de los mayores guardara un orden o una
armonia inalcanzable, una transparencia
Ya alguien ha sentenciado que un hombre es lo que oculta. Y lo que
ocultan los hombres, se nos ocurre, son sus días y sus noches de
niñez, con sus soldados de plomo que renacen después de cada batalla
y el sombrero de papel y el palo de escoba para sus hermosos
desfiles sin augurios.
A veces uno destapa esa cajita de la infancia, saca una imagen dulce
entre otras muchas. Y no convida a los amigos. Porque es un gusto
que se revive alejado, en una actitud distraída y oportuna. A veces,
algunos encuentran en su cajita, junto a un caramelo y un lápiz de
colores, una imagen amarga o no tan dulce. Y entonces uno revuelve
mejor, hasta que halla la sonrisa entre un llavero viejo de papá y
varias tapitas de botellas.
Por eso, cuando se habló de la poesía como de “niñez fermentada”, se
abarcó en verdad todo lo que es poesía; todo lo que es arte, en
suma. Y de alguna manera, la vida que imita al arte, según la
ilusión de los estetas o el consuelo de los trashumantes, plásticos,
aedas, volatineros, arúspices y saltimbanquis.
Y si un niño no es un poeta (porque para ser tal los maestros lo
quieren fermentado), es innegable que cada niño es un poema. Un
poema que empieza a escribirse solo, sobre una página en blanco. Un
poema de imágenes, de gestos, de piel y de paz. Con un lenguaje tan
tácito y tan inteligente que se expresa sin dificultad y sin temor
de ser comprendido. Un lenguaje que se vive en libertad.
Es eso lo que han querido desveladas escuelas poéticas, con ismos
que intentaron sobresaltar la impavidez de la realidad: un volver a
ser niños, un comunicarse recuperado, un transcurrir en un cosmos
emocional con habla propia, con los signos primeros, iniciales,
descubridores. Los signos que, después, estructuran solapadamente
esa siesta forzada, sin juegos ni frutas verdes, bajo la vigilante
mirada de mamá, al principio, y luego de los que mandan,
simplemente. La siesta morosa y repetida que una convención llama
vida, ocultándonos en rigor la verdadera vida que siempre está
despierta, pero en penitencia.
Y viene enseguida el otro cosmos, el de ser ya persona o ciudadano,
el de la relación cortés y racional, el de las maneras y las manías,
envuelto en la reflexión de que en un mundo así no vale la pena
tener ilusiones. Y en cambio de ello ¿qué?
Por eso los niños son los únicos que tienen razón y, por lo tanto,
los únicos que merecen ser imitados. Son más maduros en su conducta
que nosotros: dicen lo que sienten, hacen lo que quieren, reciben su
premio o su castigo, no tienen miedo de amar o de expresar su amor,
son honestos con ellos mismos.
Sus juegos no son fugas como los nuestros: son su realidad. Sus
mismas inquietudes contienen más ambición, porque van desde el
abordaje en el siglo dieciséis hasta la búsqueda de tribus
primitivas en la densidad africana y el encuentro de nuevos mundos
en el corazón de las galaxias. Son los héroes de sus propias
historias y, mientras en el mundo se hostiliza, ellos despiertan con
un beso a la bella durmiente del bosque.
Nosotros no tenemos esa suerte o ese coraje. Pero todavia, si
queremos, podemos encontrarnos muy alegres en los ojos de un niño.
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