domingo, 19 de febrero de 2012

Y SE VINO EL CARNAVAL!!!!!!!HOY PROPONGO:RELATO DE ELIZABET DUZDEVICH,PINTURAS DE MARCO ORTOLAN


AUDAZ  FESTEJO


Domingo de Carnaval de hace… ¿cuarenta años atrás? Es probable y quizá algunos más, porque por aquellos años, los días de Carnaval, figuraban en rojo en los almanaques y adultos y niños, esperábamos con regocijo esa fiesta. Una verdadera fiesta de toda la familia. A la hora de la siesta los baldes, las mangueras y los globos de agua, eran los proyectiles certeros, que mojaban a toda persona que osara salir a la calle.

A la noche la arteria principal se adornaba con cantidad de luces y guirnaldas y por allí se realizaba el famoso corso, con carrozas alegóricas y donde la mayoría de la gente se disfrazaba
.
Allí reinaban el papel picado y la serpentina y burlando la prohibición de mojar, algún pomo de goma cargado con agua y escondido en la cartera o en un bolsillo, provocaba corridas entre los asistentes.
Finalizado el corso, el festejo seguía en los bailes organizados por los clubes de la ciudad. ¡Si hasta los niños tenían su Baile de Disfraz, al atardecer!
Aunque algunos jóvenes teníamos ideas no tan inocentes, para nuestro propio festejo

Éramos dos parejas amigas. Una dueña de un auto Renault 4 L, famoso en aquella época. Un auto chico, pero ágil y liviano.
Después del juego de la hora de la siesta, comenzamos los preparativos para la noche. Con verdadera sincronización se inició el operativo del inflado de los globos con agua. Uno llenaba, en el pico de una canilla y el otro ataba, completando los baldes, que cubiertos con agua, debían mantener los globos hasta la hora señalada.

El auto estaba a punto, luego de llenar el tanque de nafta, chequeado los frenos y revisadas las gomas.
La disposición de los aventureros era: los dos hombres en los asientos de atrás y las mujeres adelante. A mi me tocaba manejar. En el baúl, entre los dos muchachos y entre las piernas de mi copiloto, iban los baldes con los globos.

A la hora estipulada puse primera y la adrenalina comenzó a correr por nuestras venas. El ataque  había sido planeado concienzudamente y ensayado.
El blanco seria uno de los barrios alejado del centro de la ciudad. Mes de febrero, de intenso calor, donde los vecinos se reunían en la vereda, cómodamente sentados, sin los miedos y las precauciones de ahora.
Yo recorría las calles a marcha moderada y marcado el objetivo de la vereda de la derecha, el hombre que iba en el asiento izquierdo, arrojaba por arriba del auto, una andanada de globos y yo debía apelar a mi pericia conductiva para acelerar y escapar hasta la próxima victima.
¡Raúl a la derecha…Pancho a la izquierda!.
La cara de sorpresa de los afectados, producía nuestras risas y diversión.

Azotamos a los desprevenidos vecinos, hasta terminar nuestra carga de munición acuática.
Solo quedaban algunos globos, en las manos de los muchachos y ya en la avenida principal, nos cruzamos con un auto que llevaba los vidrios bajos y temerariamente  Pancho hizo blanco en la cabeza del conductor.
Yo aceleré moderadamente, cuando escucho la trágica advertencia:
 -¡El tipo nos sigue!
Apelando a mi sangre no tan fría doble en una esquina, pero el otro auto se nos acercaba peligrosamente. Los hombres me gritaban directivas y mi corazón se salía del pecho, del miedo a ser alcanzados. La responsabilidad de la huida era exclusivamente mía.
-¡Dobla a la derecha!

-¡Seguí derecho!

-¡Apurate, dobla en la esquina!


Así recorrimos unas cuantas cuadras, con un gran susto de parte de todos, hasta que lo perdimos de vista.
Nuestras risas se habían trocado en verdaderas máscaras de terror y el pobre 4L bufaba bajo mis exigencias. No sabemos cómo pero llegamos a la casa de nuestros amigos. Pancho corrió a abrir el garaje y mudos de susto, quedamos atrapados en el interior del auto. Me dolían las manos, los pies y el alma. Nadie hablo por unos minutos, hasta que Pancho comenzó a reír y besando la carrocería recalentada gritaba:
-¡Bien por mi 4L!… ¡Un león el autito!
Al unísono soltamos la risa y con el corazón aún palpitando aceleradamente, nos reunimos en un brindis final, festejando la odisea vivida, que juramos no volver a repetir.



Elisabet Duzdevich
ARGENTINA


No hay comentarios:

Publicar un comentario

-