domingo, 4 de diciembre de 2011

VAMOS A LEER CUENTOS...








EL ARBOL DE LOS  PROBLEMAS





Un carpintero me había contratado para que le ayudase a reparar una vieja granja, y ya habíamos terminado nuestro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había estropeado y había perdido más de una hora de trabajo en intentar arreglarla, por otro lado su viejo camión se negaba a arrancar.
Mientras lo llevaba a su casa en mi coche, el carpintero se sentó en silencio. Una vez llegamos a su casa, me invitó muy cordialmente a pasar a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo unos instantes frente a un pequeño árbol, tacando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando la puerta se abrió ocurrió una sorprendente transformación, su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su amada esposa. Luego de compartir un refresco con ellos, el carpintero me acompaño a mi coche, y al pasar por el pequeño árbol, sentí la curiosidad de preguntarle acerca de lo que había hecho hacia unos instantes antes de entrar.
¡Oh! – Exclamo con determinación – Ése que ves allí es mi árbol de los problemas. Como se que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, no significa que dichos problemas me los tenga que traer a casa. Lo que es seguro que los problemas no pertenecen ni a mi casa, ni a mi esposa y mucho menos a mis pequeños hijos. Así que cada día que vuelvo, justo antes de entrar en caso cuelgo todos mis problemas en el árbol. Luego, por la mañana, los recojo otra vez. Lo divertido es – exclamo sonriente – que cuando salgo por la mañana a recogerlos, ni remotamente hay tantos problemas como los que recuerdo haber colgado la noche anterior.
Autor desconocido.













MEDIA  FRAZADA




Don Roque era ya un anciano cuando murió su esposa.
Durante largos años había trabajado con ahínco para sacar adelante a su familia.
Su mayor deseo era ver a su hijo convertido en un hombre de bien, respetado por los demás, ya que para lograrlo dedicó su vida y su escasa fortuna.
A los setenta años, don Roque se encontraba sin fuerzas, sin esperanzas, solo y lleno de recuerdos.
Esperaba que su hijo, ahora brillante profesional, le ofreciera su apoyo y comprensión, pero veía pasar los días sin que éste apareciera y decidió, por primera vez en su vida, pedirle un favor.
Don Roque llamó a la puerta de la casa donde vivía el hijo con su familia
- ¡Hola, papá! Qué milagro verte por aquí…
- Hijo, ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento muy solo; además, estoy cansado y viejo.
- A nosotros nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, ya sabes que ésta es tu casa.
-Gracias, hijo. Sabía que podía contar contigo, pero temía ser un estorbo. Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes? ¡Me siento tan solo!
-¿Quedarte a vivir aquí? Si… claro… Pero no sé si estarías a gusto. Tu sabes, la casa es chica… mi esposa es muy especial… y luego los niños…
- Mira, hijo, si te causo muchas molestias, olvídalo. No te preocupes por mí, alguien me tenderá la mano.
- No, padre, no es eso. Sólo que… no se me ocurre dónde podrías dormir. No puedo sacar a nadie de su cuarto, mis hijos no me lo perdonarían… A no ser que no te moleste…
- ¿Qué hijo?
- Dormir en el patio…
- Dormir en el patio, está bien.
El hijo de don Roque llamo a su hijo de doce años-
- Dime, papá-
- Mira, hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Trae una frazada para que se tape en la noche.
- Si papa, con gusto… ¿Pero dónde va a dormir el abuelo?
- En el patio; no quiere incomodarnos por su culpa.
Luis subió sin dudar a buscar la frazada, tomó las tijeras y la cortó en dos.
En ese mismo momento llega su padre.
- ¿Qué haces, Luis? ¿Por qué cortas la frazada de tu abuelo?
- Sabes, papa, estaba pensando…
- ¿Pensando en que Luis?
- En guardar la mitad de la frazada para cuando tú seas ya viejo y vayas a vivir a mi casa.












EL PADRE, EL HIJO Y LOS  CLAVOS






Un padre entregó a su hijo un puñado de clavos, una tabla, un martillo y le dijo.
- Cada vez que tu conciencia te diga que has hecho o dicho algo que no esta bien, clava un clavo en la tabla. Cuando hayas terminado me avisas.
A pocos días, el niño llevó al padre la tabla llena de clavos.
- Bien dijo el padre, y mientras tomaba el martillo de la mano del niño le dada una tenaza, agregó:
- Ahora te propongo otra cosa. Cada vez que estés seguro de haber procedido bien, arranca un clavo.
En menos tiempo que le había llevado clavar los clavos, el hijo volvió con la tabla vacía.
- Los desclave todos papá, – exclamo con mucha alegría. El padre lo abrazó y le dijo emocionado:
- Me siento feliz al comprobar que en tan corto tiempo has logrado compensar tu proceder anterior.
Pero si observas la tabla verás que cada clavo ha dejado su huella. Recuérdalo. Tolstoi 
el-padre-el-hijo-y-los-clavosResulta importante tener siempre presente la forma correcta en la que debemos comportarnos en nuestra vida cotidiana. Es importante entender que al respetar y comprender a nuestro prójimo, también lo estamos haciendo con nosotros mismos. Es posible que en algún momento del día, producto de la tensión, te comportes de una manera poco adecuada. Recuerda que pedir perdón con sinceridad, demuestra la madurez de tu espíritu.
No debes de olvidarte que en una conversación, lo importante no es tener la razón, sino compartir tu punto de vista. Has de recordar que cada uno es responsable de sus actos y que muchas veces las personas necesitan equivocarse para aprender.








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