martes, 3 de enero de 2012






VIAJE






Cuando el tiempo no tenía aún certeza
y la nieve hilaba su rostro bisiesto,

viajar en el ala de un día era un asombro.
Me vencía la noche y su inmanencia,
su prisa de corola y su banquete.
Y los ríos se anunciaban verticales
con los cuerpos enteros, las maderas
sin permiso y el sexo veloz como promesa.



Hoy sueño con los que no están y fueron,
con los que están y no son.
Todavía me quema aquel enigma
de saber si somos, tan solo,
la locura pertinente
de ese tiempo que no espera.

ELOY
lagrimas  en la lluvia








Fin y principio, un poema de Wislawa Szymborska


Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.


Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.



Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.



Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.



Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.



A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.



Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.



Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.



Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.



En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

Wislawa Szymborska

De "Fin y principio" 1993 







HISTORIA DE UN ATICO







La vida convirtiéndose -¿recuerdas?-

en viajes y trabajo.
La terraza, las vistas, y nosotros
mirando hacia otra parte: así acostumbra
a iniciarse el error: Pero al final,
hacía tanto frío que una tarde
cerramos la terraza de aquel ático.
Sabes lo que te ofrezco: un viejo buitre
a quien el miedo hace volar más alto
y que prepara su vertiginoso
descenso hacia las últimas carroñas.
Del confuso negocio del amor
quedan sólo las últimas monedas
de un tesoro saqueado. Conversemos,
ya que nosotros siempre hemos hablado,
y la conversación tiene el calor
que desea quien sube a un tren nocturno
como el que se me lleva: mi pasado
se borra y el futuro ya no es nadie.
Es otra clase de felicidad.






Joan Margarit
























                           













No hay comentarios:

Publicar un comentario

-