lunes, 12 de diciembre de 2011

CUENTOS CORTOS...PARA UNA TARDE LARGA





AHORA SI,  AHORA  NO



Hace unos días estaba tomando café con una amiga mientras escuchaba sus lamentaciones y quejas amorosas, y claro, yo, que no me puedo callar, me sale esa frase de “aquí estoy yo, no te preocupes”. Y como siempre parece que estoy dispuesta para todo, voy y me ofrezco como canguro gratis. Y es que esta semana, con tantos días ahora sí, ahora no, yo al final me quedo sin planes de nada. Así que le suelto:
–Que te vayas de viaje con él, que ya me quedo yo con tu niña, que cuides de tu pareja y piérdete unos días entre besos y… en fin, lo que surja. Que aquí estoy yo para lo que haga falta−. Y conforme hablaba y me escuchaba me iba arrepintiendo por momentos.
Pero claro, no aprendo la lección, esa de que antes de hablar lo mejor es contar hasta diez. En fin, todo sea por una buena causa y que lo disfruten los dos… ¡al menos que ella no ande tan escasa como yo!
Y sin saber cómo, viene a mi casa una muñeca de famosa, y eso que aún falta bastante para la Navidad. Abro la puerta y me encuentro un set infantil de biberones, chupetes, carro, parque, cuna, pañales…
−¿Pero si sólo son unos días, no? ¿Es que queréis que la adopte?
Ya no hay vuelta atrás, ellos que salen corriendo y nosotras nos quedamos solas y la puerta que se cierra.
Me veo sujetando la niña que está apunto de llorar, yo la miro y me contagio, y yo también con las lágrimas retenidas. Pero claro, aquí no se llora, que yo un día me juré que en esta casa no se volvía a llorar y no me da la gana, que aquí sólo quiero que se oigan risas y canciones. Y la pequeña me roza la cara con su manita llena de babas y siento cómo su olor a limpio me inunda los sentidos. Pero, y ahora, ¿qué?
Soluciones… Enciendo la tele, igual le gusta Sálvame, pero no, la pobre se tapa los oídos, no me extraña, y este capítulo de Sexo New York… menos aún. Horror, ¿eso que veo es un pucherito, antesala de una llantera? Me temo que se está cabreando…
Reviso si se ha hecho pipí o popó, pues no. Descarto gases, compruebo que no sea ya la hora de comer, porque igual es como yo que tengo hambre siempre… Me parece a mí que lo está haciendo para fastidiarme, yo aquí pendiente de todos sus deseos y ella se aprovecha. Y por más que le digo que en esta casa no se llora, nada, que ni caso, que se ha arrancado a llorar ¿y ahora qué?
Los libros de autoayuda me temo que no me sirven de mucho y rompo a llorar con ella. Las dos venga a llorar, porque a ver, cuando no se puede con el enemigo, nada mejor que aliarse a él.
Respiro despacio y… ¡Ya lo tengo! Música a tope, y nada de chindas-chindas de Bob Esponja. Fundamental, a llenar la casa de globos, que con esto no fallo seguro… Total, ¡si los veinticuatro que tengo en el cajón de la mesilla se van a caducar!
Esto ya va estando mejor, al ritmo de Shakira a mi niña se le han pasado todas las penas y yo me he puesto a mover las caderas. Entre bailes y canciones las risas hacen olvidar los llantos y comenzamos a llevarnos como dos verdaderas amigas. Le cojo la manita y la llevo a mi habitación.
−¡Ábrete sésamo!− le digo a la puerta de mi armario, y ahí están todos, cientos de sandalias, taconazos de vértigo, con brillos y con lazos, con alza y de aguja… Sus ojitos se llenan de estrellas y de un salto arrasa con todos ¡la diversión está asegurada!
Cuando termina de probárselos y de desparramarlos por los rincones, el proyecto de artista sale a flote y toma posesión de mis pinturas y de mi colección de collares, pendientes, pulseras… ¡Es el caos, pero las dos estamos riéndonos sin parar y el día pasa sin darnos cuenta! Y mira por donde, los globos me han dado muchas más alegrías de las que me creía cuando los compré.
La jornada toca a su fin, a dormir como los angelitos. ¡Hala, a la cama grande las dos, por fin alguien ocupa el otro lado sin pedir nada a cambio!
Cierro los ojos, siento cómo respira pegadita a mí, huele a felicidad. De pronto una manita pequeña vuelve a pasearse por mi cara, con un dedo me levanta un párpado:
−¡Te quero mucho !−me dice una vocecilla entre bostezos.
Al final, estos días de puente, con un ahora sí y un ahora no, se han vestido de pañales y chupetes perfumados de ilusiones.


 DE:CON TACONES Y A LA CALLE








QUIERES SENTIR UN BESO?





¿Imaginas qué sería del mundo sin aquellos besos de los que tanto hemos oído hablar? ¿Seguiría aún La Bella Durmiente dormida, si su apuesto príncipe no la hubiera despertado posando los labios en su mejilla? Porque digo yo, que tratándose de un cuento para niños, sería en la mejilla, ¿no?
 ¿Y qué te parece el que se llevó la mismísima Blancanieves? Porque si no llega a encontrarla un príncipe solterón, que vete tú a saber qué andaba buscando por el bosque, pues la manzana envenenada habría acabado con la pobre muchacha, pero un maravilloso y romántico beso la salvó… Bueno, al fin y al cabo era un beso con mucho cuento.
¿Y si no hubiera existido esa princesa que se atrevió a dar un beso a una asquerosa rana? Pues que los feos, jamás tendrían la ilusión de que una tía buena les pudiera besar.
Y del tal Judas, ¿qué me dices? Ése es el beso más frío y calculador de la historia, y mira que somos las mujeres las que tenemos fama de hacerlo, pues no, va a ser que aquel era hombre, o al menos eso se cuenta. ¡Y mira la que montó! Y eso, que éste también fue en la mejilla.
Así podría escribir miles de hojas llenas de besos, el del Titanic, el del marinero que se despide de la novia antes de embarcarse, el que sale al final de todas las pelis en blanco y negro… Si es cada uno tiene su propia historia, porque ninguno es igual a otro, aunque se besen los mismos protagonistas.
Y aquel primer beso que di. ¿Quién  no ha pensado antes de darlo, si la cabeza se ponía para este lado o para el otro? ¿Y los ojos, había que tenerlos abiertos o cerrados? ¿Y con lengua o sin ella? Es el beso de la “fase uno”, cuando decides eso de “tener algo con alguien”, y que te crees que siempre recordarás lo que sentiste, pero después de todo, resulta que sólo recuerdas el del cine de verano donde te besaron y, porque en aquella playa, era el único cine que había.
También he dado besos besuqueados, besos de tornillo, besos en los labios, besos calientes y besos helados. Pero hay otros, de los que yo llamo, “por poderes”, que son los que das con los ojos cerrados, pero porque quieres imaginar que tus labios se acarician con los labios de otro, que no es el que tienes delante precisamente. Pero ocurre que, por mucho que deje volar mi imaginación, qué quieres que te diga, que nones, que no es lo mismo, y claro, después me siento culpable y se me queda muy mal sabor de boca. Así que, en estas condiciones es mejor no seguir besando, digo yo.
Pero el premio al beso más amargo se lo lleva el “beso equivocado”, el que das sin permiso, sin esperar el momento ni el lugar adecuado, sin contener la pasión. Pero resulta que tú sí estás, pero él no. Y es que yo soy de las que me lanzo, y los besos no los pido, los doy.  Es el beso del que te arrepientes, y no por darlo, sino por la amargura del después, de haber regalado algo valioso a quien no se lo merece y habérselo negado a quien sí. Pero de eso ya aprendí, porque ahora cuando beso, sólo beso de verdad.
Si es que hay besos para todo. ¿Qué te voy a contar yo que tú no sepas? Pero el beso con mayúsculas, el que nadie superará, es el que se dan dos personas que se aman, y ese beso se repite constantemente sin necesidad de que esté frente a ti, sólo con que esa persona te venga a la cabeza. Y que como no tiene principio ni final, pues eso, que recorre todos los sentidos y sabe a canela y a carmín, y cierras los ojos y un escalofrío va y viene por todo el cuerpo, desde la cabeza a los pies, mientras que unas manos te abrazan queriendo decir “no te vayas nunca”. Aquel que a veces se da con una sola mirada o con una dulce sonrisa.
¿Quieres recordar lo que se siente con un beso? Pues imagina que por un instante estiras tu mano y acaricias una estrella.
Yo no pienso renunciar a ninguno de los millones y millones de besos que he dado en mi vida. ¡Valeeeeeee, me he pasado, sí! Dejémoslo en decenas, pero los he dado y me los han dado, y de todos los sabores y colores.
Supongo que también te habrán dado miles y miles de besos, normal. ¡Faltaría más! Habrás tenido besos robados, besos furtivos, besos en todos los idiomas, besos prohibidos, besos jugosos, besos acariciados, y besos de amigos, pero… ¿alguna vez te han dado un beso entre tanta letra?




ENTRE DOS CARAS, UN CHARCO




Me he pasado toda la semana saltando de charco en charco, y es que los veía ahí tan transparentes, brillantes, haciendo de espejo a las nubes… que sentía un impulso incontrolable de lanzarme justo al centro del agua y ponerme a chapotear al ritmo de mi corazón. Pero aún escucho los gritos acalorados de mi madre riñéndome al verme llegar a casa mojada hasta las rodillas. Y para colmo de males, con el tiempo, soy yo la que he ocupado su sitio, y la voz que oigo no es la suya sino la mía, y claro, a mitad de carrera pego un frenazo en el borde del charco y acabo dando un rodeo interminable y además, de puntillas, para no salpicar de barro mis inseparables tacones.
Pero por una vez no me he resistido, ha podido más la niña rebelde y cabezota que llevo dentro, así que lo miro fijamente mientras agarro, manteniendo un elegante equilibrio, el paraguas, el bolso, el móvil, las llaves… en fin, mujer que es una, y sin mirar a los lados, sin pensármelo dos veces, cojo carrerilla y…¡Yupi! Doy un salto y caigo en el mismísimo centro. Chapoteo igualica que Gene Kelly y bailo bajo una lluvia en blanco y negro. Y siento las gotas de agua y barro salpicando mi cuerpo, y me lleno de tanta fuerza que sale a flote mi mejor sonrisa.
 Está claro que cuando se quiere algo hay que mojarse, que no pasa nada si en ocasiones dejo de marear la perdiz, que de tanto dar vueltas y más vueltas, al final siempre acabo perdiéndome.
Aunque todo tiene su cara y su cruz, yo me he dado un baño de libertad rodeada de aroma a hojas mojadas, pero mi pequeña aventura ha dejado mis zapatos para el arrastre y mis pantalones llenos de manchas, esto es como el amor, con sus dos caras, pero sin ser moneda de cambio.
En ocasiones me ha tocado escoger entre dos caras, que hay monedas para todo, está esa cara del que se empeña en enamorarme o esa otra del que me tiene enredada. Una cara me regala poesías y flores, es la versión del amor enamorado, pero la otra cara me llena de besos y pasiones, envueltos en la piel de un amante-bandido. Y entre tantas caras, la cruz, la del desamor, que tanto miedo me da.
− ¿Y yo qué?− me pregunto mientras seco mis zapatos. Porque el lío siempre es el mismo, una cara sonríe, una cara ama, una cara besa y la otra… la otra es la mía.
−Pues échalo a suertes y que sea el azar el que lo decida…−me aconseja una amiga
Lanzo fuerte una moneda al aire, abro la mano y en cuanto la siento rozándome la piel, cierro el puño rápidamente y sueño. Pero también puede ocurrir que, mientras baja la dichosa monedita, la mano del metomentodo de Cupido estire más el brazo que yo y la agarre él. Y entonces ¿qué? Pues que es él quien tiene mi suerte en sus manos, y ahí sí que me puedo dar por perdida.
Así que intento usar la cabeza y aparto las heridas del alma a un lado, y me dejo querer… y siento cómo disfruto de sensaciones frescas, que éste tampoco es mal remedio. Y todo queda compensado, lo que uno me regala, el otro me lo roba y las sonrisas se mezclan con las lágrimas y los besos con las miradas furtivas. Y tengo que admitir, que no voy sobrada en nada, ¡pues a disfrutarlo, que ya vendrán tiempos peores!
Y como siempre, no paro de darle vueltas al asunto en cuestión, qué cara es la que yo quiero realmente. ¿La que bebe los vientos por mí o la que me hace subirme al viento por él?
Así que voy a coger de nuevo carrerilla y saltaré sobre mis sueños, como hice con aquel charco, y me pienso salpicar de besos y chapotear tan fuerte que consiga que te salpiquen miles de gotas llenas de mis carcajadas. Y no pasa nada, porque cuando siento que el agua me llega al cuello, dejo de saltar, seco de nuevo mis zapatos y vuelvo a lanzar otra moneda al aire. ¿Que el amor tiene dos caras? Pues me parece genial, y además no me pienso resignar, que yo me quedo con la moneda entera. Que a mí me gustan las dos caras, la de la pasión sin medida y la del querer porque sí.
Y mientras gira y gira de nuevo la moneda en el aire, abro los ojos para que el  metal se refleje en mi mirada y haga que vuelvan a brillar, y yo estiro el brazo de nuevo, para que esta vez, caiga en la palma de mi mano y no en la suya.

DE CON TACONES Y A LA CALLE





Y PENSANDO, PENSANDO




Resulta que hoy estamos en jornada de reflexión, y yo que me había propuesto no reflexionar más… porque soy de las que cuando me echa humo la cabeza, se me inunda el corazón. Y es que sospecho que llevo demasiado tiempo tomándome muy en serio eso de pensarlo todo antes de elegir, y de tanto pensar, al final nunca sé qué elegir.
En fin, hoy toca reflexionar, y yo no voy a ser menos. Lo primero apago el móvil, aunque la verdad no sé para qué, porque últimamente no me suena ni por equivocación. Y sí, ya sé que hoy es sábado-sabadete, pero de ese tema… oye, que nada de nada, que no hay manera, y se me está poniendo una mala leche. Y claro, para colmo me imagino a todas las parejitas con su caliente y especial “jornada de reflexión”, y peor que peor. Aunque como todo tiene su lado bueno, pues resulta que con tanta abstinencia tengo más tiempo para reflexionar, y supongo que de eso se trata ¿no?
A ver, un poquito de serenidad, que hoy voy a convertir mis puntazos en pensamientos tranquilos, sensatos y meditados. Sí, porque yo, aunque me pase el día hecha una polvorilla de un sitio a otro, también soy capaz de tomarme las cosas con calma.
Y es que, entre estos ímpetus míos y los repentinos prontos que me dan, me he llevado más de un disgusto, y me lío, y empiezo a soltar por mi boca lo impensable, y cuando me calmo, porque eso en el fondo vale de terapia, a ver quién es la guapa que arregla el desaguisado que he montado. Así que me apunto a una ronda de tilas y a verlas pasar.
Aunque tengo que reconocer que en otras ocasiones ser una maritormentos me ha dado muchas alegrías y me ha venido requetebién, porque con un giro inesperado, y sin darle muchas vueltas, he terminado viviendo experiencias de lo más inverosímiles, simplemente por no haberlas planeado.
Y pensando, pensando… me da por imaginar y claro, acabo peor que cuando empecé. A ver, ¿cómo tiene que ser el hombre de mis sueños? Comienzo a enumerar requisitos: Quiero uno que sea cariñoso, que sea divertido, que sea generoso, una fiera en la cama, y desde luego quiero que me sea fiel…Y cuando me doy cuenta de lo complicado que lo estoy poniendo, sigo pensando: ¿No será mucho pedir para un solo candidato? Pues igual lo mejor va a ser buscar a varios, y que cada uno tenga un requisito y lo más importante, ¡que no se conozcan entre ellos! Pero claro, eso sería, el más difícil todavía.
Y claro, siempre acabo escuchando la eterna pregunta:
−¿Cómo es posible que una chica como tú no tenga un novio locamente enamorado? ¿Pero en qué están pensando los hombres?
Y yo siempre contesto lo mismo:
−No tengo porque aún no he encontrado al hombre que quiero, pero ¿pretendientes? ¡De esos tengo a miles…!
Lo cierto es que aunque me lo calle, yo pienso lo mismo. ¿Cómo es posible? ¡Ay, pero qué desaprovechada estoy!
Llevo toda la mañana cavilando, me coloco en postura zen, a ver si así consigo usar la jornada de reflexión para algo más que para poner el mundo cabeza abajo. Y oye, que de tanto meditar me está dando un bajón… ¿Jornada de reflexión? Pues me parece a mí que voy a pasar del tema, que esto no me va. Además no me sirve de nada, porque con lo cabezota que soy, me temo que es muy difícil hacerme cambiar de ideas. Además ¿cómo voy a saber cuál es el novio más recomendable? Pues mira, por mí, que gane el mejor y punto.
Suena mi móvil, pero si hasta creo que me había quedado dormida y todo.
−Hola ¿te recojo mañana y vamos juntas a votar…?
De modo que llevo todo el día dándole vueltas a miles de asuntos y en lo único que no he pensado es a quién voy a votar mañana. En serio, que ya estoy harta, que siempre me he creído capaz de cambiar el rumbo de las cosas, y aún sigo pensándolo, ¡a la porra con estas posturitas de meditación, que ni el silencio más absoluto deja que mi cabeza se pare un rato!
Y es que yo reflexiono mejor cuando estoy de parranda, charlando y riendo. Que si te cuento y me cuentas, que si me asomo por las esquinas para ver si vienes o me meto al baño para ajustarme bien el escote. Un brindis por aquí y un bailecito por allá, y dejo que la música acompañe mis meditaciones. Pero quién me habrá mandado a mí tomarme tan en serio esta jornada de reflexión. Y sigo pensando, pensando… y de tanto pensar y pensar, me están entrando unas ganas de irme de cervecitas.












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